Falta de hierro

Deficiencia en hierro: el trastorno nutricional más frecuente

La insuficiencia de hierro es en la actualidad la principal deficiencia de micronutrientes en el mundo. Afecta a millones de individuos durante todo su ciclo de vida, en especial a los lactantes, niños pequeños y las mujeres embarazadas, pero igualmente a los niños mayores, los adolescentes y las mujeres en edad reproductiva. El hierro es necesario para el desarrollo de tejidos vitales incluido el cerebro y para transportar y almacenar oxígeno en la hemoglobina y la mioglobina muscular.
Su deficiencia puede dar lugar a una baja resistencia a infecciones, limitaciones en el desarrollo psicomotor y la función cognoscitiva en los niños, bajo rendimiento académico, así como fatiga y una baja resistencia física y bajo rendimiento en el trabajo. Además, la anemia ferropénica durante el embarazo puede provocar un bajo peso en el recién nacido. (Organización Panamericana de la Salud 2002). A nivel mundial, el 15 % de la población se considera afectada, y se calcula que alrededor del 47 % de las mujeres no embarazadas y del 60 % de las embarazadas tuvieron anemia (Freire, W. 1998).

Vitamina C y Hierro

Además de las innumerables implicaciones bioquímicas de la vitamina C en los procesos de oxidorreducción, sus funciones como cofactor en las rutas de los aminoácidos aromáticos, la producción de catecolaminas a nivel suprarrenal, su capacidad antioxidante, su papel imprescindible en la cicatrización como matriz del tejido conjuntivo, su importancia en el sistema inmune (fagocitosis, interferón, gamma-globulinas…), etc., no debemos olvidar que reduce el hierro férrico a ferroso para permitir su absorción intestinal y también está implicada en la transferencia de hierro desde la transferritina plasmática a la ferritina hepática.
Cuando la vitamina C es insuficiente para mantener el hierro en un estado reducido (Fe++) se manifiestan una serie de síntomas que van desde la dificultad para cicatrizar o reparar fracturas, hasta hemorragias en la piel y lesiones en las encías.

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Vitaminas del Grupo B y Hierro

La vitamina B2 aumenta la absorción del hierro y del ácido fólico, favoreciendo la acción de este último en la hematopoyesis, y aunque es rara su carencia (que provoca cierto tipo de anemia) no lo es su deficiencia, que pudiera provocar alteraciones en el metabolismo del hierro. El ácido fólico (B9) y la vitamina B12 no solo resultan cruciales para evitar la anemia megaloblástica, sino que se muestran esenciales en el metabolismo del hierro.
Es bien conocido que en las mujeres embarazadas el ácido fólico es vital para la reproducción de las células dentro del feto y que su carencia producirá defectos del tubo neural. La vitamina B6 interviene en el metabolismo del ácido fólico y el hierro. La vitamina B1 y B5 resultan de interés para mejorar el cuadro asténico típico de las anemias y reponer el agotamiento suprarrenal. En general, las vitaminas del grupo B actúan en sinergia para permitir una mejor utilización energética y anabólica de los diferentes nutrientes.

Hierro, Manganeso, Selenio, Cobre y Zinc

Resulta evidente la necesidad de suplementar con hierro en caso de existir deficiencia o carencia en él. No obstante, hay que saber que no todos los suplementos de hierro lo aportan de la misma manera. Por ejemplo, desde el punto de vista técnico la elección de fumarato ferroso ofrece una excelente tolerancia gástrica e intestinal y buena biodisponibilidad. Además de su papel fundamental como antioxidante (SOD), el manganeso es un activador metalo-enzimático que trabaja en estrecha dependencia del hierro y del fósforo.
El Selenio el fundamental en la respuesta antioxidante (GPX). El cobre está directamente vinculado al metabolismo del hierro ya que facilita la absorción de este último, movilizándolo para proceder a la síntesis de hemoglobina. El zinc resulta de gran utilidad dado que su deficiencia es habitual cuando se administra hierro a mujeres embarazadas.
Además, es un mineral esencial que participa en la división celular, en el metabolismo de los ácidos nucleicos y en más de trescientas diferentes reacciones enzimáticas, esenciales para la vida.

Alfalfa y Cebada Verde

Considerados «superalimentos» por su contenido concentrado en vitaminas, minerales y pigmentos antioxidantes. La cebada verde y los brotes de alfalfa se han utilizado tradicionalmente por sus propiedades vigorizantes, detoxificantes y antioxidantes (Bora y Sharma 2011).

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